Cuando hace tan solo dos años empecé a rellenar mis primeras páginas relatando una ficción, realmente no tenía un propósito claro, ni era consciente de que podría estar dando los primeros pasos hacia una adicción.
Un año después tenía en mis manos el primer ejemplar de Sentimientos que ciegan.
La sensación me cautivó. Había creado de la nada unos personajes que vivían una intensa experiencia. Tenían una vida, un trabajo, amigos y una familia; tenían opiniones propias, ideales y sueños. Amaban, sufrían y odiaban. Había creado unos seres humanos de ficción, en un mundo real con una historia ficticia pero realista. Era casi un dios en mi mundo. Podía decidir su destino, feliz o trágico.
No me bastó. Disfruté de la experiencia como supongo lo hace quien se inicia en el juego o en las drogas. Apareció la inspiración, la idea de una nueva narración, la necesidad de crear un nuevo mundo en el que ser su dios. Una necesidad que se convertía en placer. ¿No es eso lo que hacen las drogas?
Creas un relato como quien crea un nuevo ser. Primero la idea, los huesos de un esqueleto que podría ser un perro, un pez o quizá una gigantesca ave. Luego la trama, la principal y las secundarias, los huesos ya encajan, ya tenemos un esqueleto con forma; pero es un esqueleto sin vida, necesita músculos y cerebro para que sea un ser vivo capaz de provocar.
El relato se viste de paisajes, de descripciones, de caracteres, de experiencias, de frases; los personajes viven, gozan, sufren y mueren. Son los músculos que unen el esqueleto y conforman un ser vivo que interactúa con el exterior, con los lectores. Provoca sensaciones, evade. Una nueva novela. Venganza entre viñedos. Casi un año más tarde de la primera la tenía en mis manos. Unos personajes de ficción en un entorno real y con una historia real.
¿Y ahora? ¿No había cumplido ya mi objetivo?¿Es que había objetivo? Especialmente porque mi pretensión de escribir, como cito en mi perfil, no era la de hacer una carrera de escritor con una divulgación masiva y una venta relevante; no empecé en esto con una vida entera por delante, empecé en ello con una vida entera por detrás y lo que queda toca disfrutarlo, sin objetivos, sin pretensiones, simplemente por la necesidad de sentir placer.
Ahora, toca sentir el placer de crear un nuevo relato; un mundo real, con una historia real y con personajes reales.