Contexto político de «Sentimientos que ciegan»

Hamas

En julio de 2016 un reducido grupo de militares, a favor del predicador islamista Fetullah Güllen, pretendieron derrocar el gobierno del presidente Erdogan, también pro–islamista pero políticamente enfrentado. Aun con los sublevados bombardeando Estambul y Ankara con aviones F16 y helicópteros disparando sobre los viandantes, el golpe falló, dejando doscientos cincuenta muertos entre civiles y policía, además de un número no conocido de militares rebeldes. Numerosos altos oficiales fueron arrestados. En 2020, casi cuatrocientos militares y civiles que secundaron el golpe fueron condenados en diversos grados, más de trescientos a cadena perpetua, entre ellos generales de brigada, coroneles y los propios pilotos que ejecutaron la operación de bombardeo.

En febrero de 2020, pocos días antes de que el mundo entrara en una pandemia que cambiaría el curso y la importancia de muchos conflictos, Turquía solicitó la aplicación del artículo cuarto del tratado de la OTAN, tras haber sufrido la baja de treinta y tres efectivos en una escaramuza contra Siria en el territorio norte fronterizo de Idlib.
Después de la reunión de emergencia el 28 de febrero, el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, pronunció unas breves palabras de solidaridad para Turquía. «Los aliados ofrecen sus más profundas condolencias por la muerte de los soldados turcos en los bombardeos de anoche cerca de Idlib», dijo. «La reunión de hoy es un signo de solidaridad con Turquía. Turquía es el aliado de la OTAN más afectado por el terrible conflicto en Siria, que ha sufrido la mayoría de los ataques terroristas y que alberga a millones de refugiados», agregó. Ahí terminó la involucración de la OTAN en un conflicto del que Turquía no estaba exenta de responsabilidad.

En junio de 2022, Turquía se preparaba para una acción militar de calado en el norte de Siria, con el fin de completar la primera anexión en 2018, que diera lugar–entre otras–al episodio mencionado más arriba. Los argumentos, para lo que Turquía solicitaba la ayuda de la OTAN, se basaban en la lucha antiterrorista contra las milicias kurdas del YPG, por lo que querían controlar una franja a lo largo de la frontera turco–siria, matizada posteriormente como una intervención concreta en el norte y noreste de Alepo.
Tras la invasión rusa de Ucrania ese mismo año y la voluntad de Suecia y Finlandia para entrar en la OTAN, Turquía vetó la entrada de la primera por su acogimiento de acusados como terroristas por Turquía y utilizó la participación de la OTAN en el conflicto como canje para levantar el veto.
Tres años después de que una pandemia detuviera el mundo casi al completo, Sudán entró en un choque interno de su ejército, auspiciado desde países externos con el suministro de armas. Más de cincuenta conflictos permanecían activos o durmientes ese año. Algunos de ellos, tan enquistados en la historia que casi nadie de los vivos en esa fecha podría explicar los verdaderos orígenes. Pequeños escarceos, que producen pocos muertos y que no merecen siquiera un minuto al mes en los noticieros del mundo. Latentes conflictos que aseguran mínimamente un comercio y que representan siempre una espita abierta para ser reactivados cuando la actividad de otros languidece.

El puerto de Assan Port, objetivo de esta historia, se encuentra en territorio turco a menos de tres horas de Alepo.

 

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