Sentimientos que ciegan ha sido mi primera novela y con el paso del tiempo aprecio cada vez más los distintos ángulos ocultos en ella. Aprecio en su relectura múltiples aspectos que hoy escribiría de distinta manera, sea en el formato o el contenido, por eso existe la mejora, porque se aprende.
Me siento orgulloso de percibir con el paso del tiempo, que sutilmente he incluido temáticas que van más allá de una novela de ficción con la que pretendo que el lector se evada.

La trama principal de Sentimientos que ciegan es evidentemente la de una joven comercial y un joven policía que nunca pensaron que su vida sentimental iba a verse afectada por su trabajo.

Pero he aquí, que las tensiones geopolíticas en Oriente aparecen como un elemento principal en la actividad de Serena, la protagonista. Turquía es el motor, Siria -un país colindante- el  potencial afectado por enésima vez. Y es que las fronteras, fijadas arbitrariamente por el ser humano en base al poder frente a su vecino, pero ajenas a la realidad humana que impregna la geografía, han ocasionado alrededor del mundo numerosos conflictos que aún persisten. Si este es un conflicto de fronteras, no lo es menos el de Irán e Irak, o las Coreas, o las guerras por islas remotas de las que las Malvinas están en el recuerdo, o las tensiones entre Filipinas y China por la hegemonía sobre los mares, o las ansias de Marruecos sobre el olvidado Sáhara.  Sentimientos que ciegan tiene una base sólida y real. Me gustó ver el artículo de Eva Borreguero en El País del veintidós de marzo, en el que llama la atención sobre el revisionismo  de esas líneas en los mapas, que nunca existen en el terreno.

En la  base  de Sentimientos que ciegan destaca el tráfico de armas, un elemento que pasa desapercibido en el día a día, que los periodistas de investigación habitualmente no abordan, y cuando lo hacen es a la pequeña escala de su territorio de  influencia. Posteaba yo en octubre pasado el ataque de Hamas a Israel y reflexionaba sobre cuál sería el mecanismo de acopio de las armas de un estado no reconocido, de un estado sin recursos para sus nacionales y que sin embargo es capaz de dirigir un ataque múltiple contra su mayor enemigo, aquel al que los piadosos estados occidentales hicieron hueco en sus territorios.

Fuera de la política, Sentimientos que ciegan tiene una protagonista, Serena, que espera ver reconocidos sus esfuerzos por la empresa, su desarrollo profesional, su intensa dedicación e incluso más -para esto hay que leer la novela-; pero se encuentra en un mundo profesional donde -como en muchos casos- el territorio es masculino, sus jefes inmediatos y los de más allá son hombres, sus clientes son hombres y sus proveedores también, y especialmente estos últimos (en países lejos del progreso igualitario del mundo desarrollado) consideran al género femenino como inapropiado para ese tipo de negocio. Hay que leer Sentimientos que ciegan para saber el desenlace, pero la temática está servida en la novela.

La ambición de Serena la hacen ir más allá de los convencionalismos que rigen las relaciones humanas. No duda en aprovechar sus relaciones adolescentes para asegurarse el éxito profesional. La suave carga erótica que se presenta en la novela no es más que la expresión de una joven desinhibida, dueña de las riendas de su vida para disfrutar de ella.

Posicionar  una narración entre las muchas opciones de clasificación que se ofrecen en las plataformas de libros no es un ejercicio fácil. Pero si bien no se puede decir de Sentimientos que ciegan que es una novela policiaca, tampoco es un novela de intriga, no lo es de amor, no lo es de espías, ni de comercio internacional o negocios, pero todos ellos forman parte de un relato intenso con un final inesperado.